Las competencias y habilidades que los individuos deben desarrollar en este cambiante mundo actual deben ser motivo de reflexión en diferentes niveles de nuestra sociedad pues, en esta denominada Cuarta Revolución Industrial, los cambios que trae la tecnología con la fusión de lo físico, lo digital y lo biológico, ponen de relieve su importancia.
A través de distintos medios de comunicación, somos testigos permanentes del tsunami tecnológico con que estamos conviviendo: Big Data, impresoras 3D, drones, realidad virtual, robots para los hogares, digitalización de procesos, etc.
En el ámbito productivo está logrando crear nuevas empresas, pero a costa de terminar con otras que empleaban a muchas más personas, quienes ven con temor e incertidumbre a qué habilidades y competencias deberán echar mano para reintegrarse a este nuevo modelo de sociedad.
Desde que en el año 2013, un estudio de la Universidad de Oxford pronosticó que un 47% de los empleos corren el riesgo de ser reemplazados por robots y computadoras con inteligencia artificial durante los próximos 15 o 20 años, se han sucedido numerosas publicaciones que refuerzan este pronóstico. Se ha abierto un interés y una urgencia también por revisar los modelos educativos en general, con el objetivo de cuestionar si estos están preparando a los
individuos con las habilidades y competencias que este siglo requiere para incorporarse a esta nueva estructura de sociedad.
¿Cómo promover el desarrollo de competencias y habilidades para preparar a las actuales y nuevas generaciones a un futuro que ya llegó, y lo seguirá haciendo, con cambios muy rápidos y que exigen repensar variados paradigmas que sostienen nuestra forma de hacer las cosas?
Enseñanza para un mundo que ya no existe
Es interesante considerar lo que decía ya en 2011 la historiadora de la tecnología Cathy Davidson en su libro “Now You See It”, en cuanto a que “el 65% de los niños que entren en la primaria este año terminarán trabajando en carreras que ni siquiera han sido inventadas”.
En efecto, muchas personas de 25 o 30 años, que hoy se desempeñan en nuestro país como administradores de redes sociales, youtubers, desarrolladores de plataformas digitales o apps para celulares entre otros trabajos, jamás imaginaron esas profesiones cuando iniciaron sus estudios entre los años 1995 y el 2000.
Resulta necesario deconstruir el paradigma de la sobrevaloración del conocimiento como principal componente para explicar la capacidad de logro del individuo y la sociedad.
La incorporación de la inteligencia artificial, la automatización de procesos y las tecnologías de gestión de información exigirá que nuestros modelos educativos promuevan con mayor fuerza el desarrollo de habilidades y competencias tales como el aprender a aprender, la capacidad de análisis y juicio crítico, la inteligencia emocional entre otras. Según los expertos, pasará mucho tiempo antes que la inteligencia artificial pueda reemplazar dichas habilidades y competencias pues corresponden a funciones ejecutivas de orden superior de nuestros cerebros.
Rol que los padres han abandonado
Otro aspecto a considerar es el proceso de conformación de la conducta de un individuo en las edades más tempranas de su desarrollo, incluso cuando aún no ingresa al sistema escolar. Tal como lo indica Sarah-Jayne Blakemore, en su libro “Cómo aprende el cerebro”, es en este período en donde los modelos conductuales que un niño observa y experimenta en su entorno inmediato, conformará gran parte de la estructura de su personalidad. Es aquí, por lo tanto, que cobra gran importancia el rol de los padres en la formación de dichas habilidades y competencias.
Resulta interesante la visión de la Psicóloga Sylvia Langford, quien postula que nuestra cultura tan asistencialista, no favorece el desarrollo de habilidades y competencias propias de una cultura o estilo de vida más proactivo, más proclive a un individuo dispuesto a hacerse cargo de sus resultados, algo que cada vez será más necesario en esta nueva Revolución Industrial.
Sylvia Langford acuña el concepto de mamón, como “la persona que no ha madurado porque en su niñez, sus padres no le permitieron ser protagonista de su vida. Un mamón ha sido sobreprotegido por sus padres durante su etapa de crianza, pensando que de ese modo lo cuidaban y amaban, y no le entregaron los hábitos, valores y habilidades que necesitaría para hacerse cargo de su vida. Le facilitaron la vida, porque no creían ni confiaron en sus capacidades. Le hicieron creer que todo tiene que ser rápido, fácil y entretenido”.
Los padres, y el mundo adulto en general, deben hacerse responsables del rol formador que proyectan con su comportamiento y la naturaleza de su lenguaje cuando interactúan con niños y jóvenes.
Gran tarea para padres y formadores