Cada vez más las organizaciones seguirán expuestas a la permanente adaptación que exige una dinámica economía global.
Esto no es un fenómeno nuevo y al respecto han surgido diversas teorías que hacen ver esta situación. No obstante un tema que parece obvio y por lo obvio suele pasarse por alto, es que las organizaciones están compuestas por personas. Personas que toman decisiones diariamente como resultado de miles de variables procesadas en sus cerebros.
En este sentido, los aportes de las neurociencias al management- entendiendo estos como la base biológica del comportamiento humano- advierten al líder, que independiente de lo positivo o negativo de un cambio organizacional, el cerebro buscará un objetivo fundamental: tener éxito en la supervivencia. Es decir, el cerebro promoverá decisiones para que los individuos se muevan hacia escenarios de menor de riesgo y más recompensa y se alejará de situaciones opuestas a ello.
La resistencia al cambio es natural y esperable. El cerebro busca utilizar rutas neuronales ya establecidas (hábitos) pues con ello reduce el consumo energético y, además, el cambio es sinónimo de desafío y aprendizaje lo que hace predecir un alto consumo energético.
No basta con definir un estado futuro ideal que el líder quiere lograr. Para obtenerlo, el cambio se ha de gestionar considerando las variables biológicas y emocionales de los individuos.
¿Qué metodología utilizar?
Existen variadas, pero se debe seleccionar aquella que considere el componente técnico del cambio y el componente mental/emocional, es decir gradualidad, repetición, reglas claras y recompensa.