Emprender

Quiero emprender

“Ya no quiero trabajar para otro, quiero trabajar para mí. Quiero ser mi propio jefe. Quiero tener algo propio. No quiero cumplir horario, quiero ser dueño de mi tiempo.” Frases como éstas las he escuchado recurrentemente a lo largo de mi vida como formadora, asesora y coach de emprendedores cada vez que pregunto a un aspirante a emprendedor qué le motiva a emprender. Y siendo honesta, me provoca una ternura enorme escuchar tanta inocencia junta en una sola persona.

Aunque me declaro fan del emprendimiento y me encanta cuando las personas deciden emprender, debo decir que, si bien hay mucho de verdad en esas expresiones, mi primera recomendación es “no te las compres literalmente ni menos románticamente”. Porque emprender no es eso, si quieres romance, mejor ve a mirar una puesta de sol con tu pareja.

Emprender es actitud, disciplina, resiliencia, pasión, constancia, rigurosidad, flexibilidad, pensamiento crítico, determinación, reflexión, disposición, ganas de aprender, tropiezos, aciertos, desaciertos, adaptación y mucho más. También es la oportunidad de hacer lo que te gusta, de sentir pasión cada día, de vivir una vida plena y balanceada.

Recuerdo que cuando era niña, escuchaba decir a mis padres y tíos que cierta persona tenía buen o mal ojo u olfato para los negocios. ¿Ojo? ¿Olfato? ¿Qué es eso? (Creo que, con esa expresión, se me cayó el carné). Y probablemente fue cierto en aquellos años, donde la intuición jugaba un rol importante en el éxito de un emprendedor, pero hoy… hoy es impensado emprender sin formarse, sin desarrollarse y con esto no me refiero a que exclusivamente debas pasar por la universidad para emprender, ya que eso tampoco es garante de tu éxito. Sino a que es indispensable desarrollar ciertas habilidades, las que no necesariamente se aprenden en el colegio, instituto o universidad donde estudiaste, ni si quiera dentro de la familia en la que creciste.

¿Qué quiero decir con esto? que todos tenemos la posibilidad de emprender, que tus estudios o falta de ellos o tu familia no te condicionan para tener éxito en el emprendimiento. Si de una u otra forma, por oportunidad, por curiosidad o por necesidad, te ha picado el bichito del emprendimiento, definitivamente puedes hacerlo. La pregunta que realmente debes hacerte no es si tienes la capacidad, los conocimientos, ni si quiera los recursos económicos suficientes para emprender. La verdadera pregunta que debes responderte es “¿estoy dispuesto a pagar el precio para convertirme en un emprendedor exitoso?”.

Hay quienes piensan que basta con producir y vender para emprender, y en algunos casos funciona. Funciona hasta que deja de funcionar y te ves enfrentado de golpe al valle de la muerte. Transitas por él a veces sin siquiera percibir que estás en la dead zone, y cuando logras verlo, ya es demasiado tarde. Perdiste los ahorros, perdiste el sueño de vivir a tu manera y te cuestionas si sigues intentándolo o si es mejor abortar misión y volver a emplearte.

Valle de la muerte

Desde mi experiencia como emprendedora, volver a emplearme era retroceder, pero esta es solo mi opinión personal, no es ni una sentencia, ni una ley, ni una estadística, no. Para mí, porque sí me lo cuestioné, significaba un daño a mi autoestima, a mi orgullo, incluso a mi dignidad, pero no por un falso amor propio, sino que yo sabía exactamente para qué quería emprender, qué vida era la que quería para mí y mi familia, y eso fue lo que hizo que me mantuviera firme en mi decisión de emprender.

Cuando trabajo con emprendedores, una cantidad de tiempo importante la destinamos a descubrir ese propósito, propósito que se convierte en el motor de su vida y define exactamente el tipo de negocio que ese emprendedor desea construir.

Y tú ¿para qué quieres emprender?

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